¿Pensando en bañar a tu gato? No lo hagas
Autora: Eva San Martín
¿Has bañado alguna vez a tu gato? Si nunca lo has hecho y estás planteándotelo, aquí va un consejo: no lo hagas. No es un mito: tu minino detesta la ducha aún más que los perros. Puede que no lo creas cuando ves a tu gatete beber del grifo. Pero intenta bañarle y conocerás a maullido limpio su opinión. Existen peludas excepciones: como el minino euroasiático van, de origen armenio, conocido por sus chapuzones. Sin embargo, la mayoría de los gatos huyen de la ducha. Y los genes les dan la razón: tu gato (normalmente) no necesita ducharse.
Maullémoslo bien alto: si tu gato está sano, no hay ninguna razón para bañarlo. En efecto: nunca. Los mininos no son perros, que sí necesitan baños regulares, como pauta general, uno al mes. Pero tu minino ya dedica unas dos horas diarias a su acicalado: una concienzuda y larga ducha felina en la que usa sus dientes y su lengua para limpiarse el pelo y la piel, y que además le sirve para eliminar los vellos muertos de su cuerpo. No hay esponja que supere esto.
Por qué no hay que bañar al gato
Hay otra razón para no duchar al gato: las feromonas. Mientras que los humanos somos criaturas visuales, tu minino navega en un mundo de, sobre todo, aromas y señales químicas. No es casualidad que tenga no una, sino dos narices. Como todos los felinos, grandes y pequeños, tu gatete posee esta segunda nariz llamada órgano de Jacobson o vomeronasal, alojada entre las narinas y el paladar. Su función: analizar las señales químicas, feromonas, depositadas por otros gatos.
Si los tigres utilizan los árboles para frotarse las mejillas y así hablar con otros tigres, tu minino utiliza el quicio de la puerta y las esquinas de tu cama con el mismo fin. Tú no puedes olerlas, pero para tu gato son esenciales. Estas feromonas salen de las glándulas de su piel, sobre todo localizadas en la cara, y otras en la base de su cola. Además, cuando tu gato se acicala, recubre su cuerpo de un aroma característico, su marca olorosa de identidad felina.
Pues bien: cuando bañas a tu gatete, todas estas señales químicas y olores que le sirven para contar quién es y moverse por su mundo gatuno desaparecen de repente. Por comparar: es como si nosotros nos quedáramos ciegos de repente. A cambio, recuerda cepillar a tu gato a menudo. Si tu minino es de pelo corto, le bastará con un cepillado a la semana; pero si el minino luce una melena larga, entonces tendrás que coger el cepillo a diario.
Mininos que sí necesitan la ducha
Lo normal es que tu gato no necesite bañarse, pero hay excepciones. Si tu minino se ha metido en un charco repugnante, o si acabas de rescatarlo de la calle y viene lleno de pulgas o piojos, tendrá que pasar por la ducha. Los cachorros durante el destete también suelen mancharse (mucho) mientras que aprenden a comer solos. Y muchos gatetes mayores también agradecen una ayuda extra con la limpieza porque descuidan el aseo o sufren artritis y acicalarse les duele. Además, los mininos sphynx y de otras razas sin pelo suelen requerir baños regulares, incluso semanales, porque su piel acumula mucho aceite.
S.O.S. para el baño gatuno
Si realmente necesitas bañar a tu gato, ten a mano todo lo necesario. Lo primero, champú para gatos: pregunta al veterinario, porque no vale ni el de bebés humanos, ni el de perros. Utiliza un producto hipoalergénico. Aunque si tiene pulgas, el doctor felino te recomendará el apropiado. Eso, y muchas toallas: las vas a necesitar.
Para hacerlo más sencillo, utiliza el lavabo. Cúbrelo con una de las toallas: de este modo tu minino no resbalará. Llena de agua templada solo el fondo, unos cinco centímetros. Coge en brazos a tu gatete y colócalo en el lavabo, sujetándolo con cuidado. Si puede ayudarte alguien, mejor. Puedes lavar poco a poco las zonas manchadas o, mejor aún, solo las zonas manchadas. Y evita la cabeza. Para que el producto actúe, conviene dejarlo reposar unos minutos. Si no es posible, porque tu minino se estresa, olvídalo: vamos a aclarar.
Utiliza el grifo o una jarra con agua templada, pero echa el líquido muy poco a poco para no asustar a tu amigo. De nuevo, comprueba que el agua esté templada, pero no demasiado caliente. Ya casi lo tenemos: utiliza las toallas para secarlo a conciencia. Cuando una de las toallas esté mojada, cámbiala.
No olvides darle un premio muy irresistible: prueba con pollo o atún. Y prepárale un lugar muy caliente y apetecible para que acabe de secarse. Es complicado, pero los gatos normalmente lo son. Por eso les queremos. Eso sí: la próxima vez que pienses en los placeres de un baño caliente, resérvatelos para ti. Tu gato preferirá sentarse en el borde de la bañera y esperar a que salgas para prepararle la cena.
Visto en: eldiario.es